Quisiera comenzar, un poco, al hilo de la última mesa de debate celebrada esta noche preguntándoles sobre un aspecto fundamental dentro del cuento. Es convención que el final es vital para el cuento. En sus obras ustedes dominan el arte de la última frase ¿Cómo trabajan ese aspecto de la narración?
Álvaro Enrigue
Tengo la impresión de que el cuento, como se decía en los 50 o 60, es una unidad perfecta que inicia con una frase que inicia un universo perfecto y cierra con una frase. Tengo la impresión de que lo de los géneros no se me da, se me complica decir que lo que escribo son cuentos, novelas o cuentos que se juntan como novelas. Me interesa lo que en el periodismo se le dice el cerrojo. No dudo que se escriban cuentos con un cerrojo, que todos se mueran, sean muy felices o algo así. Vivimos en un mundo muy pobre en definiciones y valores acordados como para poder escribir cosas así. Es importante decir que no se puede escribir un cuento que no empiece ni termine. Cernuda o Jiménez seguían pensando que Dios escribía por ellos, pero tu periodo escribe por ti, te usa, me parece escribir un cuento que empiece y termine en un punto.
Alberto Chimal
Estoy de acuerdo con lo que dices. Me parece que al menos en cuanto a mi propio trabajo cada historia, cada trama, pide los recursos que se necesitan para contarlo. Buena parte del trabajo está en cierto modo, aunque suene a brujería, en tratar de escuchar lo que pide la propia historia. Buena parte del aprendizaje es el de no sólo usar las herramientas, sino determinar cuándo son las apropiadas. Estamos en una época donde no sólo vivimos en la indefinición, sino que además venimos de una tradición literaria que parte de la idea de romper con las reglas preestablecidas, seguimos inmersos en la idea de que el aprendizaje implica romper con las normas de los antepasados. Para poder realizar eficazmente esa ruptura debemos saber lo que los antepasados preveían y solemos ignorarlo. Los escritores pasan por querer ser de las vanguardias de hace cien años, esos textos sin puntos, esos poemas sin rima, ya se hicieron. Debemos entender cómo es el lugar peculiar que tenemos en la tradición para determinar lo que necesitan las historias que queremos contar.
¿Están de acuerdo con la idea de que una novela podría ser una secuencia de cuentos bien enlazados?
Álvaro Enrigue
No sé, creo que el asunto es que una persona da testimonio de su tiempo. Lo mejor que puede, si le sale bien es bueno, y si le sale mal es malo. Uno como escritor tiene que lidiar con los editores, en ese sentido es truco común de cuentistas o memorialistas fingir que escriben novelas cuando en realidad hacen lo que se les da la gana. Lo interesante es que los lectores ignoran al editor y no se preguntan si es cuento o novela lo que hacen. Tanto el cuento como la novela son medio idiotas, es una locura. La realidad está fragmentada y la literatura se puede nutrir de muchas cosas. Lo raro eran las certezas decimonónicas que permitían que uno fuera Edgar Allan Poe o Balzac. Las cosas, creo, son menos claras
Alberto Chimal
Las etiquetas se vuelven excusas para estrechar los mercadeos. No faltan las personas que sueñan con hacer su thriller o novela policiaca, o su libro intimista. Todo eso es sólo un obstáculo para lo que idealísticamente podemos llamar una creación más libre. Se opta por rellenar plantillas creadas por los de mercadotecnia, más que los editores. Es un camino que no quisiera recorrer.
El último libro de Chimal titulado Grey de Editorial Era está compuesto por una colección relatos que deambulan entre el esoterismo, la ficción o el minimalismo identitario. Hipotermia, Anagrama, de Enrigue, ofrece una serie de relatos de ficción que golpean la realidad de los diferentes protagonistas. En ambas propuestas se podría decir que sus libros se alejan conscientemente del realismo… ¿Huyen ustedes del realismo?
Alberto Chimal
Creo que esa distinción es obsoleta, absurda. Todo es real, las historias fantásticas también lo son, aunque no hablen de la realidad concreta. Son parte de la cabeza de quien se los figura, eso también es parte de la realidad. Muchos de los escritores de nuestra generación tuvieron que reaccionar ante una literatura realista que se entendía del peor modo posible como una especie de trascripción de las noticias del periódico, o de lo que se suponía apropiado respecto a la política o la sociedad. Se llegó a pensar que era lo único válido, y varios de nosotros estuvimos pensando otras maneras de contar cosas relevantes por otros caminos. No se trata de huir, sino de buscar otras maneras de decir las mismas cosas.
Álvaro Enrigue
Pensando en esas reacciones excesivas que tiene uno de joven, cuando empezamos estaba en disputa una literatura ideológica o Borges. Estabas por la creación de un mundo total hiperlatinoamericano o te gustaba Borges. En ese sentido, es de gran caché ser escritor fantástico. Ahora, la verdad, hay momentos en que se convierte uno en muchas cosas. Foucault decía que hay que empezar a olvidar el siglo XIX, pero es el gran siglo de la narrativa y en mi opinión inalcanzable. Estoy del otro lado, si dijera que hago algo es que hago un realismo con ciertas libertades imaginativas y ciertos procesos de degradación personal. No quiere decir que uno se vuelva automáticamente Perez Galdós. Ese era un mundo con certezas, pero al final se discute con la realidad. Como única premisa importante, uno escribe lo que puede cuando puede. Hay un libro que se puede escribir en su momento y uno da testimonio de eso. Si es bueno o malo, esa es la opinión del lector. La indefinición genérica se extiende a una indefinición espiritual. Escritores que han elegido no elegir un género, como Pitol. Elizondo decía que escribía libros para escribir. Una generación nos abrió el camino y podemos venir a decir burradas.
Álvaro Enrigue
Tengo la impresión de que el cuento, como se decía en los 50 o 60, es una unidad perfecta que inicia con una frase que inicia un universo perfecto y cierra con una frase. Tengo la impresión de que lo de los géneros no se me da, se me complica decir que lo que escribo son cuentos, novelas o cuentos que se juntan como novelas. Me interesa lo que en el periodismo se le dice el cerrojo. No dudo que se escriban cuentos con un cerrojo, que todos se mueran, sean muy felices o algo así. Vivimos en un mundo muy pobre en definiciones y valores acordados como para poder escribir cosas así. Es importante decir que no se puede escribir un cuento que no empiece ni termine. Cernuda o Jiménez seguían pensando que Dios escribía por ellos, pero tu periodo escribe por ti, te usa, me parece escribir un cuento que empiece y termine en un punto.
Alberto Chimal
Estoy de acuerdo con lo que dices. Me parece que al menos en cuanto a mi propio trabajo cada historia, cada trama, pide los recursos que se necesitan para contarlo. Buena parte del trabajo está en cierto modo, aunque suene a brujería, en tratar de escuchar lo que pide la propia historia. Buena parte del aprendizaje es el de no sólo usar las herramientas, sino determinar cuándo son las apropiadas. Estamos en una época donde no sólo vivimos en la indefinición, sino que además venimos de una tradición literaria que parte de la idea de romper con las reglas preestablecidas, seguimos inmersos en la idea de que el aprendizaje implica romper con las normas de los antepasados. Para poder realizar eficazmente esa ruptura debemos saber lo que los antepasados preveían y solemos ignorarlo. Los escritores pasan por querer ser de las vanguardias de hace cien años, esos textos sin puntos, esos poemas sin rima, ya se hicieron. Debemos entender cómo es el lugar peculiar que tenemos en la tradición para determinar lo que necesitan las historias que queremos contar.
¿Están de acuerdo con la idea de que una novela podría ser una secuencia de cuentos bien enlazados?
Álvaro Enrigue
No sé, creo que el asunto es que una persona da testimonio de su tiempo. Lo mejor que puede, si le sale bien es bueno, y si le sale mal es malo. Uno como escritor tiene que lidiar con los editores, en ese sentido es truco común de cuentistas o memorialistas fingir que escriben novelas cuando en realidad hacen lo que se les da la gana. Lo interesante es que los lectores ignoran al editor y no se preguntan si es cuento o novela lo que hacen. Tanto el cuento como la novela son medio idiotas, es una locura. La realidad está fragmentada y la literatura se puede nutrir de muchas cosas. Lo raro eran las certezas decimonónicas que permitían que uno fuera Edgar Allan Poe o Balzac. Las cosas, creo, son menos claras
Alberto Chimal
Las etiquetas se vuelven excusas para estrechar los mercadeos. No faltan las personas que sueñan con hacer su thriller o novela policiaca, o su libro intimista. Todo eso es sólo un obstáculo para lo que idealísticamente podemos llamar una creación más libre. Se opta por rellenar plantillas creadas por los de mercadotecnia, más que los editores. Es un camino que no quisiera recorrer.
El último libro de Chimal titulado Grey de Editorial Era está compuesto por una colección relatos que deambulan entre el esoterismo, la ficción o el minimalismo identitario. Hipotermia, Anagrama, de Enrigue, ofrece una serie de relatos de ficción que golpean la realidad de los diferentes protagonistas. En ambas propuestas se podría decir que sus libros se alejan conscientemente del realismo… ¿Huyen ustedes del realismo?
Alberto Chimal
Creo que esa distinción es obsoleta, absurda. Todo es real, las historias fantásticas también lo son, aunque no hablen de la realidad concreta. Son parte de la cabeza de quien se los figura, eso también es parte de la realidad. Muchos de los escritores de nuestra generación tuvieron que reaccionar ante una literatura realista que se entendía del peor modo posible como una especie de trascripción de las noticias del periódico, o de lo que se suponía apropiado respecto a la política o la sociedad. Se llegó a pensar que era lo único válido, y varios de nosotros estuvimos pensando otras maneras de contar cosas relevantes por otros caminos. No se trata de huir, sino de buscar otras maneras de decir las mismas cosas.
Álvaro Enrigue
Pensando en esas reacciones excesivas que tiene uno de joven, cuando empezamos estaba en disputa una literatura ideológica o Borges. Estabas por la creación de un mundo total hiperlatinoamericano o te gustaba Borges. En ese sentido, es de gran caché ser escritor fantástico. Ahora, la verdad, hay momentos en que se convierte uno en muchas cosas. Foucault decía que hay que empezar a olvidar el siglo XIX, pero es el gran siglo de la narrativa y en mi opinión inalcanzable. Estoy del otro lado, si dijera que hago algo es que hago un realismo con ciertas libertades imaginativas y ciertos procesos de degradación personal. No quiere decir que uno se vuelva automáticamente Perez Galdós. Ese era un mundo con certezas, pero al final se discute con la realidad. Como única premisa importante, uno escribe lo que puede cuando puede. Hay un libro que se puede escribir en su momento y uno da testimonio de eso. Si es bueno o malo, esa es la opinión del lector. La indefinición genérica se extiende a una indefinición espiritual. Escritores que han elegido no elegir un género, como Pitol. Elizondo decía que escribía libros para escribir. Una generación nos abrió el camino y podemos venir a decir burradas.
[extracto de la mesa titulada “Los retos del cuento” con Álvaro Enrigue, Alberto Chimal y quien suscribe como moderador, Encuentro Internacional de Escritores, marzo de 2007, Oaxaca, México]
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